Había una vez una Reina ciega.
Era de gran belleza pero poco inteligente, ya que sus decisiones las tomaba basadas en su intuición y no en el sexto sentido que desarrollan todos los invidentes.
La palabra “presiento”era su favorita y justificaba sus errores con que sus presentimientos nunca fallaban.
En una oportunidad se presentaron dos súbditos en el palacio presentando un problema con un cerdo. Uno de ellos reclamaba el animal porque cruzaba la cerca de su casa y se alimentaba con la comida de su granja.
El otro, alegaba que el cerdo era de su propiedad y que no podía controlar que pasara a casa del vecino. Entonces la Reina vio como solución aniquilar al cerdo y multar a los granjeros por no proteger sus propiedades como es debido.
-“Presiento que ambos son unos descuidados y la mejor lección es quitándole el objeto que creó la disyuntiva”.
Este error de decisión a través de un presentimiento también lo aplicaba a su vida cotidiana; un ejemplo de ello fue la escogencia del futuro Rey, ya que la Reina tenía muchos pretendientes -en su mayoría hombres que les interesaba mandar en su lugar debido a su discapacidad física- y al momento de elegir a su esposo, escogió al más cruel y el menos apto para mandar.
-“Mi presentimiento no me engañó, ya que el hombre que elegí como esposo tiene el carácter y el espíritu de decisión que necesita una Reina para mandar a su pueblo”.
Un día, la Reina venía atravesando rápidamente un pasillo de su gran palacio y se detuvo en una de las paredes.
-“¡Guardias!, ¡guardias!, ¡vengan aquí!”- ordenó a gritos e inmediatamente sus guardianes la rodearon.
-“Presiento un alma maligna y despiadada cerca de mi, ¡acábenla!” -ordenó con tono petulante, los guardias no actuaron y sólo se limitaron a quedarse en silencio.
-“¿Acaso no escucharon mi orden?, ¡exigí que destruyeran al entre maligno que siento frente a mi!.
Ante tal petición intercedió el jefe de guardias:
-“Pero mi Reina, lo que usted nos está exigiendo es imposible...”
De inmediato fue interrumpido por la mujer que ya estaba llena de furia y finalizó:
-”Ordeno que disparen o todos serán enviados a fusilar, ¡Disparen!
Entonces todos apuntaron hacia a la Reina, descargaron sus armas en ella y su cuerpo inerte cayó al suelo. La pobre ignoraba que estaba frente a un espejo y por primera vez su sexto sentido había funcionado.
José Luis Mata – joseluismatasanchez@gmail.com - @Mata_JoseLuis
2004
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